Rabí Akiva.
Entre las muchas grandes figuras de la historia judía, el rabino Akiva posiblemente representa una combinación de todo lo que es heroico para el pueblo judío más que cualquier otro. Por lo menos, él es uno de los personajes más queridos de la historia judía, una persona cuya influencia y prestigio es una fuente de inspiración a lo largo de todas las edades. Lo que se puede decir acerca de Rabí Akiva aquí, es muy poco. El Talmud (Menachos 29a) lo compara favorablemente con Moisés, que es el mayor cumplido en el léxico judío. Él es el héroe nacional del pueblo judío de todos los tiempos.
Hay muchas razones para esto.
En primer lugar, el rabino Akiva representa a todo hombre, por así decirlo. Él no desciende de la aristocracia o nobleza (ver Berajot 27a). Procedía de una familia de conversos. Existe la opinión de que su padre era un converso. Pero si no lo era por su padre, entonces ciertamente, lo era por su abuelo. No sólo eso, sino que era descendiente del malvado general Sísara (general del ejército de Canaán), que era el perseguidor de los Judíos en la época de Deborah. Los rabinos nos dicen que los descendientes de Sísara, Nabucodonosor y hasta Amán estudiaban la Torá y se volvieron prominentes judíos. En nuestro tiempo también hay descendientes de los oficiales alemanes y la SS, así como descendientes de los comunistas, que encontraron su camino hacia el pueblo judío, e incluso en áreas de importancia en el mundo de la Torá.
Aunque el rabino Akiva comenzó la vida en desventaja en el sentido de que carecía de reputación en una sociedad que honra la reputación, se volvió en algo positivo al convertirse en el símbolo de "cada hombre" que tiene dentro de sí la capacidad de superar sus limitaciones y de convertirse en verdaderamente grande.
El agua desgasta la roca.
Rabí Akiva tuvo un segundo gran handicap. Durante los primeros 40 años de su vida fue iletrado y sin educación.
¡Imagínese! ¡Un erudito tan grande que sería comparado a Moisés era un hombre iletrado en la mitad de su vida! Tenía que ir con su joven hijo a la escuela para aprender a leer el alfabeto hebreo. Y no sólo era analfabeto, sino también estaba resentido de los que no lo eran. El Talmud lo registra diciendo que él tenía tanto odio por los estudiosos de la Torá durante esos años, que si hubiese tenido la oportunidad, los habría mordido como un asno salvaje (Pesachim 49b).
Una vez, después de desesperarse de que nunca pudo comprender la Torá, vio que el agua que goteaba sobre una roca, y aunque el agua caía gota a gota, se había erosionado la roca. El versículo dice: “las aguas desgastan la roca” (Job 14:19). Esto se convirtió en el lema de Rabí Akiva. Si el agua puede desgastar una piedra, Akiva puede convertirse en un erudito...
Si el agua puede desgastar una piedra, el pueblo judío puede ganar a Roma...
Si el agua puede desgastar la piedra, el templo puede ser reconstruido...