Parashat Bejukotai contiene uno de los pasajes más estremecedores de la Torá. conocido como 'Admonición'. Esta reprensión divina es una serie de potenciales maldiciones ante la posible desobediencia de la ley.
La advertencia es dura: ‘Y si no me escuchareis y no hicieres todos estos mandamientos tornaré vuestros cielos como hierro y vuestra tierra como cobre. Y enviaré contra vosotros la fiera del campo, y os dejarán sin hijos. Y enviaré peste entre vosotros, y seréis entregados en manos del enemigo. Y comeréis la carne de vuestros hijos, y la carne de vuestras hijas comeréis’.
La advertencia es dura: ‘Y si no me escuchareis y no hicieres todos estos mandamientos tornaré vuestros cielos como hierro y vuestra tierra como cobre. Y enviaré contra vosotros la fiera del campo, y os dejarán sin hijos. Y enviaré peste entre vosotros, y seréis entregados en manos del enemigo. Y comeréis la carne de vuestros hijos, y la carne de vuestras hijas comeréis’.
Las palabras sobran para definir estas terribles
maldiciones. Tan duras son, que se acostumbra leerlas en público en voz baja y
en un ritmo levemente acelerado.
-¿Por qué
es tan duro este pasaje?
-¿Es
realmente Dios tan cruel como se presenta aquí?
Podemos también entender este versículo no como una amenaza, sino como una
reflexión divina.
Después de haber pasado todo un libro dictando leyes, Dios comprende que su
pueblo podrá cumplirlas o no.
Podemos comparar a Dios con un padre que pasó años criando a sus hijos, y
finalmente comprende que ellos podrán desobedecerle y desviarse de la buena
senda. Entonces pensará desencantado: ‘Si mis hijos no se transforman en
personas de bien después de todo lo que les dí y aconsejé, ¡los mato! ¡Juro que
los mato!’. Y no hay que tomar literalmente sus pensamientos, porque sabemos
que el amor hacia sus hijos es incondicional y (por lo tanto) jamás podrá
llevar a la práctica estas ideas.
Algo similar ocurre con Dios; es el potencial desencanto lo que lo lleva a
pronunciar estas amenazas. Dios nos buscó como pueblo porque nos necesita.
Darle la espalda es tan duro para él, como duro es para nosotros leer sus
maldiciones. Es su peor pesadilla.
Dios ha educado a su pueblo a acatar la ley y comprende que su obediencia no
está asegurada. Pero a la vez sabe que su amor hacia sus hijos es incondicional
y, por lo tanto, las amenazas serán solamente la expresión de su potencial
desencanto.
Se trata de la ira que sólo puede ser expresada por aquéllos que aman en serio,
tal como Dios ama a su pueblo.
¡Shabat Shalom!
Autor: Rabino Gustavo Surazky. Israel en Línea.com
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