27 abril 2014

"El Nazi y sus Nietos Judíos"




"Mi padre tuvo un rol de liderazgo en la matanza de judíos. ¿Estaba nuestra familia contaminada con el mal?"

En un viaje de visita a Israel, el rabino Berel Wein asistió al servicio matutino en una sinagoga en Jerusalem. Cuenta que, a diferencia de su propia sinagoga que tiene bancos mirando hacia el frente de la sinagoga, esta sinagoga tenía mesas y sillas, por lo que estaba forzado a mirar a quienes estaban rezando en dirección opuesta a él. Un hombre alto, rubio y de ojos azules entró con sus tres pequeños niños rubios y se sentaron frente a él. El rabino Wein está acostumbrado a la diversidad racial de los ciudadanos de Israel, por lo que pocas cosas lo sorprenden. Pero esto era diferente, esta familia en particular era definitivamente aria.

Más notorio aún que sus características raciales era la seriedad e intensidad de sus rezos. Los niños se comportaban muy bien y seguían el servicio respetuosamente, sin perder la concentración ni siquiera una vez. Para el rabino Wein, acostumbrado a los niños americanos, que son más descontrolados, era una experiencia inusual.Más tarde, el rabino le comentó a un amigo que ellos se veían como gente refinada. Su amigo le dijo que el hombre era un microbiólogo en la Universidad Hebrea que por casualidad tenía una extraordinaria historia para contar. “¿Te gustaría escucharla?” preguntó, y sin esperar una respuesta, llamó a su compañero de congregación: 

“Abraham, este es el rabino Berel Wein. Estoy seguro que le gustará escuchar tu historia”. Los dos se dieron la mano y acordaron caminar a casa juntos. Mientras caminaban, el rabino lo escuchó contar la siguiente historia:

“Nací y crecí en Alemania. Mi padre era un oficial en el escuadrón asesino de elite de la SS, el Totenkopf (Escuadrón de la Calavera). Sirvió durante toda la guerra y después, evitó con éxito ser arrestado. Pero sus crímenes eran tan atroces que años después la Republica Occidental Alemana continuó persiguiéndolo. Finalmente, fue capturado y puesto en prisión por diez años. Luego, porque era viejo, redujeron su sentencia y lo dejaron ir al cabo de cuatro años y medio. 

“Mi padre nunca hablaba de su pasado, y cuando fue atrapado, leí sobre sus crímenes en el periódico. Descubrir que mi padre llevó una vida tan monstruosa fue una experiencia desconcertante. “La familia fue conmovida por las noticias. Yo era un adolescente y toda la notoriedad me confundió mucho. Cuando fuimos a visitarlo a la prisión no pude entrar a verlo. Sentía como si me hubiera traicionado. Sin embargo, salió algo positivo de todo esto – desarrollé un interés por la Guerra y averigüé todo lo que pude sobre el Totenkopf y su rol en el Holocausto.

“Todo esto ocurrió en el tiempo en el que se estaba llevando a cabo el juicio de Eichmann, y el material sobre el Holocausto comenzaba a ser publicado. Leí todo lo que pude encontrar y pude tener una idea general de lo que le había pasado a los judíos. Lo que descubrí me horrorizó y la idea de que mi padre había tenido un rol –un rol importante en la matanza— me hizo sentir que quizás nuestra familia estaba contaminada con el mal. Me pregunté, si las condiciones fueran las mismas, ¿yo también me convertiría en un asesino? “Salí de viaje, alejándome de Alemania tanto como fuera posible. Era como si hubiese sido perseguido por Alemania y por todas las cosas alemanas… En el camino, decidí visitar Israel para obtener una perspectiva de las víctimas de los nazis y averiguar lo que era tan especial sobre esta nación que fastidiaba tanto a Hitler. 

Necesitaba hacer las paces con lo que se arremolinaba en mi interior, y viajé por todo el país, trabajando periódicamente aquí y allá en asentamientos agrícolas”. “Mientras estaba en un kibutz, vi un poster anunciando un programa de verano en la Universidad Hebrea sobre zoología del desierto, y me inscribí. Me fue bien y en el otoño pude inscribirme para una licenciatura en la universidad. Mientras estaba involucrado en mi licenciatura, también me comencé a interesar por el judaísmo. “Israel me gustaba tanto que me quedé y apliqué para la ciudadanía. Además, después de unos dos años de aprender sobre judaísmo, decidí estudiar para convertirme en judío. Unos pocos años después obtuve mi licenciatura en microbiología y me convertí al judaísmo. Me casé y me asenté en Jerusalem. Mi esposa era una alemana luterana, y también se convirtió. Quizás un sicólogo interpretaría mi conversión como un intento de sublimar mis sentimientos de culpa, pero prefiero pensar que es sobre cumplir con mi destino judío. No me pregunte cómo o por qué, pero aquí estamos – una familia judía observante. Y somos muy felices viviendo como judíos.

“Hace alrededor de un año nos enteramos que mi padre no se estaba sintiendo bien. Mi esposa creyó que visitarlo y presentarle a sus nietos sería una mitzvá. Al principio me atemorizaba volver a Alemania, un país al que ahora temía. Pero al final, me tomé un año sabático y volvimos a Darmstadt a visitar a mi padre. La primera vez que nos vio, mi padre estaba abrumado, e inicialmente no podía abrazar a ninguno. “Fue una escena bastante interesante. Mis hijos utilizando kipot y tzitzit (prendas con flecos). Sus peyot (cabello que se deja crecer en la zona de la patilla) estaban metidos detrás de sus orejas y, por supuesto, hablaban hebreo. “La primera vez que nos vio, mi padre estaba abrumado, e inicialmente no podía abrazar a ninguno. Después tuvimos la oportunidad de hablar y pareció estar contento con la forma en que las cosas se estaban dando para nosotros.

“Ahora mi padre es muy viejo, tiene más de noventa años, y yo quería saber qué hizo para ameritar una vida tan larga con nietos tan buenos, por lo que le pregunté sin rodeos qué había hecho para ganarse su buena fortuna. “Le expliqué que los judíos creemos que lo que hacemos tiene consecuencias, y el sistema de recompensa en la vida es medido muy cuidadosamente. Me miró y consideró la pregunta. “Respondió: ‘No puedo pensar en nada sobresaliente, pero una vez, en Frankfurt, cuando estábamos cazando a los judíos, tuve la oportunidad de salvar la vida de tres niños judíos que se estaban escondiendo en un orfanato católico. Por alguna razón se ganaron mi simpatía. Fui conmovido por sus súplicas, estaban tan perdidos y desamparados que sentí piedad por ellos, y los dejé huir. No sé qué fue de ellos. Pero yo no los maté’.

“Yo pensé en su respuesta y le dije que de acuerdo a nuestra tradición su respuesta tenía sentido. ‘Sabes, papá, si hubieses dejado ir a cuatro niños, hubieses tenido cuatro nietos’.

Extraído de “Vintage Wein” – la compilación del ingenio y la sabiduría del rabino Berel Wein, por el Dr. James David Weiss. Reimpreso con permiso de “Vintage Wein” – la compilación del ingenio y la sabiduría del rabino Berel Wein, publicado por Shaar Press, escrito por el Dr. James David Weiss. Visita el sitio de internet del rabino Wein en: www.rabbiwein.com

Extraído de: aishlatino.com


2 comentarios:

  1. Su benevolencia es infinita!!! <3

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  2. Wowwww que lindo encuentro de seguro el padre tambien era Judio y no lo supo nunca

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