Para qué, preguntan muchos, para qué sirvió tu muerte defendiendo nuestra Tierra, si ya casi nadie, salvo tus seres más cercanos, te recuerdan y evocan tu nombre.
Para el resto de los habitantes de Israel, eres un número, un muerto más, un soldado anónimo y olvidado.
Para el resto de los habitantes de Israel, eres un número, un muerto más, un soldado anónimo y olvidado.
Y aunque se me parta el alma al reconocerlo, no estoy en condiciones de mentirte.
No quiero engañarte; no, no puedo hacerlo.
Pero querido y amado soldado que olvidé:
La memoria y el recuerdo son la parte más superficial de un sentimiento inconmensurable de reconocimiento y de una admiración sin límites.
Los pueblos son capaces de olvidar a sus muertos, pero con cada uno de ellos el sentimiento de enraizamiento y responsabilidad se profundiza y se ensancha.
Los pueblos son capaces de olvidar a sus muertos, los que cayeron en la lucha y la batalla, pero ellos son los responsables únicos y directos que un sentimiento de amor y apego nos una de un modo inclaudicable a la Tierra que a ustedes los cubre y los cobija como una madre, como una madre.
Los hombres somos capaces de olvidar a nuestros muertos, pero nuestra vida se nutre y sustenta gracias a ellos.
La memoria y el recuerdo son nada más que el extremo del iceberg.
La memoria y el recuerdo son expresiones humanas que no pueden ni podrán jamás rendir el homenaje verdadero, o poner en palabras que no fueron inventadas aún, a la huella eterna que los soldados olvidados dejaron sobre un pueblo que se aferra a la Vida gracias y a pesar de sus muertos.
Mi querido y amado soldado olvidado: desconozco tu nombre, y casi nada sé de ti. Y al escribirlo la vergüenza me ahoga.
Pero quería que sepas que por mis venas corre tu heroísmo, tu arrojo, tus ideales y tu bravura.
Es cierto, te he olvidado y tampoco sé tu nombre: pero me empeño en ser inmortal, gracias a los muertos, como tú, que cada año, te lo juro, cada año, están más y más vivos.
¡ VUESTRO RECUERDO, A PESAR DEL OLVIDO, SERA SIEMPRE UNA BENDICIÓN !
Autor: Rabino Daniel Karpuj - Daniel Ben Itzjak
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