“Que Hashem te bendiga y te proteja”
(Bamidbar/Números 6:24)
El Midrash comenta que “Hashem te bendiga” se refiere a la bendición de la prosperidad, mientras que “y te proteja” significa que el individuo use su riqueza para cumplir mitzvot (preceptos).
En hebreo, una de las palabras para decir “monedas” es zuzim, que viene de la raíz zaz, o moverse. Este término describe bien al dinero pues éste es movido o transferido de unas manos a otras; hoy está aquí con nosotros y mañana desaparece. O bien el dinero deja a la persona o la persona deja su dinero. Sólo un tipo de riqueza permanece en posesión de la persona: el que es invertido para el cumplimiento de mitzvot, dar al pobre, gastar para honrar el shabat, etc. Es la única protección para nuestro dinero y la máxima de las bendiciones (ver Rashi-Kohelet 6:2).
El Midrash también expresa que “Hashem te bendiga” se refiere a las posesiones, “y te proteja” a la salud física, tal como Iaacov Avinu quien pidió al Eterno que le diera alimentos para comer y ropa para vestir. Hay un refrán popular que dice: "En la juventud la persona sacrifica su salud para ganar dinero, y más tarde gasta dinero para restablecer su salud". Por lo tanto, la completa berajá (bendición) es que uno tenga suficientes bienes sin tener que sacrificar su salud.
El Midrash también interpreta “Hashem te bendiga” como una referencia al dinero y “Hashem te proteja” como una protección contra el mal ánimo o espíritu. Una soprendente explicación de este Midrash es sugerida por el Rab Iosef Jaim Z”L, basado en una historia relatada en la Guemará de una persona que se apuró para abordar un barco y hacer negocios en una tierra distante. Mientras corría, un clavo se introdujo en su pie. Incapaz de continuar, tuvo que quedarse atrás y tratar su pie herido, mientras el barco zarpaba del puerto.
El hombre estaba terriblemente perturbado acerca de sus fracasados planes y la fortuna que ya jamás iría a ganar como resultado de su percance. Más tarde escuchó que el barco se hundió en el mar; entonces, con el corazón henchido de gratitud rezó alabando al Todopoderoso por infligirle la herida que le impidió abordar esa embarcación destinada al naufragio. Debemos por lo tanto agradecer a Hashem por los problemas que enfrentamos, los cuales, en el final, se revelarán que nos sucedieron para nuestro beneficio.
En Birkat Cohanim, la bendición sacerdotal, somos bendecidos de que Hashem nos bendiga, al tiempo que nos protege de todo perjuicio; o sea que la bendición no nos llegue a través de dolor y daño, sino que sea perfecta en todas las formas.
El Or HaJaim HaKadosh Z”L comentaba que un hombre pobre viviendo en una casucha de tablas, sin ningún moblaje ni posesiones, ni va a intentar proteger su casa; probablemente ni siquiera cierre con llave su puerta. Hay una historia conocida sobre un hombre muy, muy pobre, que escuchó ruidos en medio de la noche, causados por un ladrón que entró a su casa. El dueño de casa exclamó al verlo: “Qué bien que vino. Busquemos juntos y quizás entre los dos encontremos algo”. Sin embargo, cuanto más fortuna uno amasa, más debe proteger sus posesiones, comenzando con una simple puerta y terminando con un complejo sistema de alarmas.
Esta es la berajá (bendición) del versículo: ¡Que Hashem te bendiga con suficientes bienes para necesitar de protección!
Lo mismo se puede decir con respecto a la espiritualidad. “Aquel que es más grande que su compañero, también su mala inclinación es más grande”, hay más peligros amenazándolo, porque el éxito de la mala inclinación es mucho mayor cuando puede superar a una persona íntegra y justa.
Se cuenta una historia sobre un prominente médico que expresó cierta vez al Pnei Menajem, Z”L, de Gur, su sorpresa de por qué los estudiantes de la ieshiva se veían tan sacudidos por las escenas tan crudas que se veían en el hospital. ¡El médico atestiguaba que esas cosas no tenían efecto sobre él jamás!.El bondadoso Sabio le replicó con una analogía:
“Cuando una piedrecita se mete en mi zapato yo no puedo caminar; sin embargo los beduinos caminan descalzos sobre terrenos irregulares y con piedras expuestas al abrasante calor del sol. Ellos no sienten ni las piedras afiladas ni el intenso calor. ¿Te quitarías tú el calzado y caminarías como un beduino? ¡Por supuesto que no! Similarmente, debes entender que cuanto más una persona pierde su sensibilidad espiritual, más compasión merece…”.
Fuente: THE WELLSPRINGS OF THE PARASHAH
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shemayisrael.com
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